Cuando escuché los primeros instantes de su anterior trabajo y debut (Frank, 2003) estaba convencido de que se trataba de la esperadísima siguiente aparición de Erykah Badu, sólo que escondida tras un seudónimo. Al ir pasando los segundos me di cuenta de que tan sólo era otra joven del Bronx jugando a ser como Erykah Badu o Lauryn Hill, hasta que el resto de las pistas del disco y unas cuantas páginas web me hicieron ver la realidad: Amy Winehouse es blanca, inglesa, de familia judía y borracha, perdón, alcohólica.
Yo tengo la mala costumbre de llegar tarde a casi todo, no empecé a escuchar a los Beatles hasta treinta años después de su primer éxito y tampoco supe de la existencia de Amy Winehouse hasta que hace poco el Perro Lunar me dio un toque de atención mediante una de sus ángeles en la Tierra. Y ya era tarde, ya tenía un segundo álbum editado: Back to Black.
Como casi todas las canciones del disco, la homónima trata de amor, de que su novio la ha dejado y ha vuelto con su ex, mientras ella tiene que volver a la negrura de la soledad o a la oscuridad de una depresión. Sin embargo, antes de que abriera el libreto del disco para leer las letras, (y ver lo increíblemente fea que puede llegar a estar una mujer si se maquilla en exceso y se pone un piercing imitando al lunar de la Marylin), estaba seguro de que Back to Black haría referencia a una mirada atrás en busca del sonido negro que llenaba los discos de las también negras leyendas, (podríamos ir haciendo la lista, de Billie Holiday a Ella Fitzgerald, a Etta James, a Aretha Franklin...), que deben de ser gran parte de la influencia de Amy Winehouse. Y puede que no estuviera muy equivocado.
Tras un par de escuchas no son uno, ni dos los detalles que me confirman esa mirada atrás; el disco está plagado de arreglos para coristas, baterías, guitarras, trombones... que recuerdan al soul más añejo. Eso sí, sin perder nunca de vista el siglo XXI, el mercado y la hegemonía de los ritmos "ahip-hopados". Y para eso no podría haber encontrado dos productores mejores: Salaam Remi, que casi todo lo que toca lo convierte en oro, y Mark Ronson, uno de los culpables del boom de Lily Allen, que ha acabado de demostrar que es un maestro en eso de poner grandes temas en boca de otros con su reciente Version. Además, la señora Winehouse no se puede quejar de los músicos, entre los que destaca Victor Axelrod, teclista de Antibalas.
Por si fuera poco, Amy Winehouse ha conseguido algo con este disco que dice mucho de ella, para lo bueno y para lo malo, que es haber hecho bailar a medio primer mundo con una canción en la que confesaba a los cuatro vientos que tenía problemas con la bebida, que la quisieron llevar a desintoxicación y que ella se negó en rotundo: el single Rehab, la única canción del disco que no trata de amor, aunque su querido novio está por ahí rondando en la letra, como siempre. Si además os digo que hay por ahí una versión algo morbosa con Jay-Z, que tampoco le hace ascos al champagne, (a no ser que el dueño sea racista, claro), para qué queréis más. En la edición norteamericana del álbum hay otro guiño al hip-hop con un remix de You know I'm no good en el que aparece Ghostface Killah.
¿Comercial?, sí, pero hecho con criterio y buen gusto. La voz de Amy Winehouse (sobria) es una delicia, sobre todo con las producciones e instrumentaciones del disco, que resaltan mucho ese timbre negro y un poco "pasado de moda" que tanto nos gusta a algunos. La única pega es que en sólo diez canciones, a medida que avanza el lector láser de la minicadena, el disco pierde mucha fuerza, y es bastante probable que vuelvas a las primeras canciones antes de que se acabe, aun así el viaje habrá merecido la pena.
Nota: 7'5
Yo tengo la mala costumbre de llegar tarde a casi todo, no empecé a escuchar a los Beatles hasta treinta años después de su primer éxito y tampoco supe de la existencia de Amy Winehouse hasta que hace poco el Perro Lunar me dio un toque de atención mediante una de sus ángeles en la Tierra. Y ya era tarde, ya tenía un segundo álbum editado: Back to Black.
Como casi todas las canciones del disco, la homónima trata de amor, de que su novio la ha dejado y ha vuelto con su ex, mientras ella tiene que volver a la negrura de la soledad o a la oscuridad de una depresión. Sin embargo, antes de que abriera el libreto del disco para leer las letras, (y ver lo increíblemente fea que puede llegar a estar una mujer si se maquilla en exceso y se pone un piercing imitando al lunar de la Marylin), estaba seguro de que Back to Black haría referencia a una mirada atrás en busca del sonido negro que llenaba los discos de las también negras leyendas, (podríamos ir haciendo la lista, de Billie Holiday a Ella Fitzgerald, a Etta James, a Aretha Franklin...), que deben de ser gran parte de la influencia de Amy Winehouse. Y puede que no estuviera muy equivocado.
Tras un par de escuchas no son uno, ni dos los detalles que me confirman esa mirada atrás; el disco está plagado de arreglos para coristas, baterías, guitarras, trombones... que recuerdan al soul más añejo. Eso sí, sin perder nunca de vista el siglo XXI, el mercado y la hegemonía de los ritmos "ahip-hopados". Y para eso no podría haber encontrado dos productores mejores: Salaam Remi, que casi todo lo que toca lo convierte en oro, y Mark Ronson, uno de los culpables del boom de Lily Allen, que ha acabado de demostrar que es un maestro en eso de poner grandes temas en boca de otros con su reciente Version. Además, la señora Winehouse no se puede quejar de los músicos, entre los que destaca Victor Axelrod, teclista de Antibalas.
Por si fuera poco, Amy Winehouse ha conseguido algo con este disco que dice mucho de ella, para lo bueno y para lo malo, que es haber hecho bailar a medio primer mundo con una canción en la que confesaba a los cuatro vientos que tenía problemas con la bebida, que la quisieron llevar a desintoxicación y que ella se negó en rotundo: el single Rehab, la única canción del disco que no trata de amor, aunque su querido novio está por ahí rondando en la letra, como siempre. Si además os digo que hay por ahí una versión algo morbosa con Jay-Z, que tampoco le hace ascos al champagne, (a no ser que el dueño sea racista, claro), para qué queréis más. En la edición norteamericana del álbum hay otro guiño al hip-hop con un remix de You know I'm no good en el que aparece Ghostface Killah.
¿Comercial?, sí, pero hecho con criterio y buen gusto. La voz de Amy Winehouse (sobria) es una delicia, sobre todo con las producciones e instrumentaciones del disco, que resaltan mucho ese timbre negro y un poco "pasado de moda" que tanto nos gusta a algunos. La única pega es que en sólo diez canciones, a medida que avanza el lector láser de la minicadena, el disco pierde mucha fuerza, y es bastante probable que vuelvas a las primeras canciones antes de que se acabe, aun así el viaje habrá merecido la pena.
Nota: 7'5
2 comentarios:
Susu!! Te iba a hablar yo de esta mujer pero al final te me has adelantado. Sabes que comparto ese gusto por el timbre negro del que hablas en tu post! No he tenido ocasión aún de escuchar el disco completo, pero tengo que decir que me enamoré bastante de "Me and Mr. Jones (Fuckery)".
PS- am I allowed to write here yet or not? ;)
maldita ebria, qué voz tiene la perra...
y sí, patri, esa canción debería llamarse Fuckery... por cierto, tú que sabes más, ese término se lo ha sacado de la manga o es anterior a ella?
en cualquier caso, debo decir que me gusta más "back to black" que "frank", creo que por esa "mirada atrás" que comentas, susu.
Un 8 al disco y un 10'75 para la crítica.
(lo siento riggy, no puedo ser imparcial)s
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