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22 octubre 2010

No estamos muertos, estamos de parranda


Ante la preocupación que ha empezado a cundir entre los técnicos de la NASA por la falta de señales procedentes de la Luna, yo, el Perro Lunar, salgo a la palestra para tranquilizar al público y proclamar que sigue habiendo vida en vuestro satélite favorito. Lo que pasa es que estos chavales... Susu y Riggy... en fin, que no sé qué hacer con ellos. Como sabéis, Riggy se fue un año entero a París, y aunque escuchó música y fue a conciertos, no tuvo a bien contarlo por aquí. Será que, como dice nuestro amigo Porerror citando a Migue, "estaba muy ocupado viviendo". Si al menos hubiera sacado un huequito para decirnos qué sonaba en su iPod mientras paseaba arriba y abajo el Boulevard St.Michel... me dice que quizá lo haga cuando llegue el invierno y le invada la nostalgia.

Luego llegó el verano, que es una época que se presta poco a pasar el rato en el ordenador. Y ahora que es tiempo de ir consolidando rutinas, resulta que es Susu el que abandona el país, nada menos que para instalarse durante unos meses en Knoxville, Tennessee. No sabe nada el tío, ¿eh? No voy a pedirle que nos escriba largos textos desde allí, con la de cosas que tendrá que hacer, pero espero recibir al menos alguna postal con fotos de Dollywood, ya sabéis, el parque temático de Dolly Parton.

Dolly esperando a Susu

En fin, todo esto para deciros que los muchachos y yo estamos bien, y que prometemos volver a darle un poco de vida al blog. Probablemente no con entradas tan largas como solíamos, quizá más personales, quizá menos estructuradas. Pero sin dejar nunca de hablar de música, que es lo que nos gusta. ¿Y a vosotros también, no?



PD: Me pide Riggy con cansina insistencia que comente que en los últimos meses ha estado escribiendo en el blog de Scarafaggio, que es una estupenda tienda de camisetas online. El blog se llama The Scarafaggio Project y allí ha contado algunas cosas que puede que os interesen, como crónicas del Primavera Sound y del Sonorama (1, 2, 3, y 4), o de atípicos conciertos de Amaral y Fran Nixon.

03 febrero 2010

El Perro Lunar vuelve a denunciar

Una vez más, el Perro Lunar aprovecha este blog suyo para poner algunos puntos sobre las íes. Pero esta ocasión es especial, porque su blanco no son las salas de concierto, la prensa o los fabricantes de auriculares; en esta ocasión las íes somos nosotros, sus corresponsales en la Tierra.

Soy Susu, queridos lectores, y os escribo tremendamente avergonzado porque ayer recibí una señora bronca de mi mentor, el mísmiso Perro Lunar. "Susu, eres un cabronazo", me dijo nada más coger el teléfono, "lo de Riggy tiene un pase, porque anda perdido por el mundo, pero tú, que sigues ahí en Madrid, no tienes perdón de Dios por no haber escrito en el blog en tres meses". "Hombre, no te pongas así", le respondí yo, "es que ya sabes que estoy a tope de curro, y además he tenido exámenes, y además..." "¡No hay excusa que valga!" Y tiene razón: no la hay. Yo le intenté hacer ver que para nada me había olvidado del blog que, de hecho, durante todo el 2009 había ido anotando todos los discos que quería comentar pero que, por unas razones o por otras, no había tenido tiempo para llegar a escribir sobre ellos. "Ah, ¿sí? Pues mañana mismo, por hocicos, te vas a poner a escribir un post con todos esos discos, denunciándote a ti mismo por vago". Así que esta es mi penitencia: todopoderoso dios de la buena música, que estás en las alturas lunares, me arrepiento de haber dejado pasar el 2009 sin haber escrito sobre estos discos:

En primer lugar, es una vergüenza que se haya acabado el año del décimo aniversario de la gran obra maestra de The Roots, "Things fall apart" (1999), y que este blog, que se precia de admirar el buen hip-hop, no se haya hecho eco de tal acontecimiento. "Things fall apart" es mucho más que un disco, es un manifiesto de lo que fue el renacimiento de la música negra de finales de los 90, en el que se dan cita las grandes estrellas del momento (Jay Dilla, Mos Def, Erykah Badu, D'Angelo, Common...), y que considero que todo el mundo debería escuchar atentamente al menos una vez en su vida, (por no decir que todo el mundo debería tenerlo bien colocadito en su estantería).

También debería haberos hablado el año pasado de otros dos clásicos, algo más antiguos, que escuché por primera vez en 2009. Del primer álbum de Nancy Sinatra, "Boots" (1966), por supuesto que ya había esuchado el tema principal, pero nunca me había acercado al disco entero que, sin ser una maravilla, me ha parecido bastante divertido. Y, sobre todo, me ha proporcionado un descubrimiento perturbador: lo sorprendentemente sexy que es la canción Run for your life cantada por una chica, (¡y qué chica!, Nancy Sinatra con ese peinado, esa minifalda y esas botas, señalándome enfadada y diciéndome "that's the ennnD, little boy"). Mi otro descubrimiento tardío del 2009 ha sido Gram Parsons. Después de haberme prodigado los últimos años entre las reinas del country, por fin me acerqué al rey del country-rock. Este año pasado leí su interesante biografía y me sumergí de lleno en los Byrds, la International Submarine Band, sus devaneos con los Rolling Stones, los Flying Burrito Brothers, aunque sin duda alguna lo que más me ha gustado son sus dos discazos en solitario de 1973, "GP" y "Grievous Angel", de los que disfruté muchísimo todo el verano, aunque fuera en esa versión un tanto cutrecilla en la que aparecen ambos juntos en un único CD.

Pero no todo ha sido música viejuna en mi 2009. También me arrepiento profundamente de no haberle dedicado el tiempo y el espacio que se merece a Márcio Local, lo ultimísimo que nos ha ofrecido Brasil, con su primer disco de extraño título: "Says don day don dree don don" (2009). Una revisión de la samba y la bossa desde el funk y el soul que, si bien no es nada nuevo, resulta delicioso y a mí me hizo pasar unas muy cálidas Navidades, pese a encontrarme en las nevadas tierras de Asturias. Pero quizás mi gran pecado del año pasado haya sido no haberos contado nada de mis aventuras norteamericanas del octubre pasado. Unas aventuras que fueron fundamentalmente granjeras, hortelanas y ganaderas, pero que tuvieron mucho de musical, de enormes barbas, camisas de cuadros y guitarras acústicas, de hogueras folkies, y de bluegrass y square dance. Mi anfitrión en esas aventuras, el gran Itinerant Farmer, me dio un regalo muy interesante para que no me aburriera en mis vuelos de vuelta: la música de Ray LaMontagne. Se trata de un miembro paradigmático de la categoría "barbaza, camisacuadros y guitarracústica" antes mencionada. Yo lo desconocía por completo, pero desde que rellené las melancólicas esperas en los aeropuertos con las canciones de sus dos primeros discos, "Trouble" (2004) y "Til the sun turns black" (2006), he llegado a la conclusión de que en el futuro tendrá que ocupar un lugar privilegiado en eso que los historiadores de la música llamarán "el revival folk de la primera década del siglo XXI". Tiene un tercer disco de 2008 que todavía no he escuchado y me muero de ganas de hacerlo, porque he leído muy buenas cosas sobre él. Cuando me haga con él os lo haré saber, lo prometo; no volveré a pecar.

Otro disco que no dejó de dar vueltas en mi minicadena el año pasado y que me alegró enormemente muchos momentos de mi aburrido verano de trabajo, es "Absinthe" (2006) de Ibrahim Electric, que fue también un regalo sorpresa, llegado esta vez desde Dinamarca. Se trata de un trío (guitarra, batería y hammond) de jazz-funk sumamente divertidos y marchosos; es una pena que sean imposibles de encontrar aquí, en el sur de Europa (menos mal que yo tengo contactos). En seguida entenderéis a qué me refiero cuando escuchéis su éxito Blue Balls, que es tan The Doors que estoy seguro de que la gran mayoría de los que leéis este blog, que tenéis muy buen gusto musical, iréis corriendo a bajároslo para ponerlo en vuestro próximo guateque y quedar súper interesantes cuando todo el mundo os pregunte ¿¿quiénes son éstos??

Y voy a ir acabando ya este acto de contricción con tres regresos-muy-esperados que me prometí a mí mismo que iba a comentar durante el año pasado y al final nada de nada. El primero de ellos es el de los cambridigianos The Nextmen, que con su última entrega, "Join the dots" (2009), siguen ofreciendo la misma mezcla de reggae, hip-hop, funk y electrónica (homenaje a The Meters incluido) pero que, aunque tiene momentos estelares, está demasiado inclinada esta vez hacia la electrónica, tan de moda siempre en el UK, por lo que yo me sigo quedando con el futuro que prometían en su anterior álbum. La siguiente vuelta esperada de la que os debería haber hablado antes es la de Emmylou Harris. Con ésta me pasó lo mismo que con los británicos, después de haber escuchado mucho y con mucha admiración sus primeros discos, de la segunda mitad de los 70, "All I intended to be" (2008) me ha sonado demasiado lento, un poco aburrido incluso. No es malo, debo ser justo, nada malo: las canciones son bonitas, la voz de la Emmylou sesentona sigue teniendo mucho encanto, aunque de forma diferente a la de la Emmylou veinteañera, la producción es buena (aunque un poco pastelosa), pero sintiéndolo en el alma, el disco en sí me parece un tanto pesado. Todo lo contrario que el esperado retorno de Joan Baez. Es cierto que a mí me cuesta ser objetivo con mi querida Joan, pero hay que reconocer que prácticamente no había levantado cabeza desde "Diamonds & Rust" (1975). Y de repente reaparece, cerca ya de los setenta, con "Day after tomorrow" (2008), un disco que pese a ser lento, como el de Emmylou, no se hace para nada aburrido, quizá porque supone la vuelta, cincuenta años después, de la Joan Baez original, la de siempre, la de su guitarra y su voz, la que compuso poquísimo, pero supo siempre elegir muy bien su repertorio, y lo ha vuelto a hacer. Ya en su anterior disco, "Dark chords on a big guitar" (2003), empezó a acercarse a las canciones de la nueva generación de folkies que, a su vez, habían aprendido todo lo que sabían de la propia Baez, (Dar Williams, Gillian Welch, Josh Ritter...), pero en esta ocasión ha llevado este acercamiento hasta el extremo, poniéndose en manos de Steve Earle, un gran músico y gran admirador suyo que ha sabido devolverla a sus orígenes paradójicamente mediante canciones recientes, (de Tom Waits, Elvis Costello o el propio Earle), y de paso nos ha devuelto a nosotros una joya que creíamos perdida.



Y lo único que me queda por decir es que prometo hacer propósito de enmienda, Perro Lunar, para que no tengas que volver a echarme una bronca como la de ayer y para que nuestros lectores no pasen tanto tiempo sin tener noticias de nosotros y de ese amor por la buena música que nos infundes caca noche desde las alturas.

17 octubre 2009

XV Festival Internacional de Benicasim (día 2)

16 de julio de 2009. Jueves.

Bailando en Castellón,
mucho polvo y rock'n'roll.

(Los Rebeldes)


No, los Rebeldes no fueron al Fib, pero anda que no hubiera molado. El caso es que en el primer día de conciertos del festival castellonense se bailó mucho, aunque no precisamente rock’n’roll, que ya se sabe que no está de moda. Para los que se acaban de incorporar a la retransmisión, recuerdo que la crónica de nuestro primer día en Benicasim está aquí, y si alguien se pregunta cómo podemos dejar pasar dos meses antes de continuar con la historia de algo que pasó hace tres sin justificarnos siquiera, es que no nos conoce bien.

Así que nos levantamos el jueves por la mañana como se levanta uno en el Fib: con una temperatura dentro de la tienda más propia de unos altos hornos vizcaínos que de un habitáculo supuestamente pensado para el descanso humano. Oh, calor del infierno que nos obligas a salir boqueando hacia el exterior a las diez de la mañana, ¿que sería el Fib sin ti? Pues un lugar más cómodo, la verdad. El problema del calor mañanero no es tanto que te obligue a levantarte antes de lo que te gustaría, sino que te impide descansar las horas que tu cuerpo necesita y tu aguante nocturno disminuye según pasan los días hasta que el domingo a duras penas consigues arrastrarte de un lado a otro con desgana y te acabas yendo a dormir a las once de la noche, “que mañana hay que conducir”.

Pues bien, este año este problema fue solucionado con maestría, y justo es decir que todo el mérito le corresponde a Sara, que con una determinación propia del Dr. Livingstone encontró un parquecillo que nos procuró muchas horas de revitalizante reposo. Así pues, día tras día, mientras el sol se alzaba y miles de fibers salían de sus tiendas en estado semicomatoso para deambular como zombies hacia el stand que vende zumo de naranja a 6 euros el vaso; mientras eso ocurría digo, nosotros nos armábamos con una toalla, una almohada y un pulverizador de agua (gracias, bazar Hong Kong) y recorríamos el camino al parque durante quince eternos minutos. Semejante travesía del desierto merecía la pena al llegar a una pequeña extensión de hierba mullida a la sombra, donde dormíamos bien a gusto hasta las tres de la tarde si era necesario. Ése y no otro ha sido el principal factor para que este año haya disfrutado el festival más que en ediciones anteriores.

Además el parquecillo era un buen lugar para pasar el rato aun sin dormir, ya que allí cerca habían instalado su campamento un nutrido grupo de perroflautas. El perro, por cierto, era enorme, no me extrañaría que fuese el misterioso perro-leona que fue abatido a tiros la semana pasada. Lo entretenido del tema era ver como uno o varios de ellos se colocaban en un banco y ofrecían discretamente todo tipo de sustancias a los guiris que subían de la playa. A poco que uno observara, era fácil ver la cadena de trabajo que habían organizado para traer las drogas desde un depósito que tenían en lo alto de un árbol. Después de realizarse la transacción, yo veía alejarse a los guiris de veinte años con su mercancía, veía a los camellos comentando la jugada y me daba la impresión de que el delito de tráfico de drogas era bastante pequeño al lado del brutal delito de estafa que tenía pinta de haberse perpetrado ante nuestros ojos.

Hay que decir que el despliegue policial en las inmediaciones del cámping para acabar con estas actividades había aumentado notablemente, por eso los traficantes tenían que irse más lejos (y aún así tenían una patrulla a cien metros como mucho). Se vivieron momentos tensos cuando apareció un argentino en un estado de ebriedad que rebasaba todo límite cantando a voz en grito una tonadilla cuyo inolvidable estribillo decía: “Contra el problema de la resaca / me mantengo en la joda borracho / hasta las seis de la mañana”. Ignoro si así evitaba el problema de la resaca pero se ganaba otros, y es que estaba atrayendo mucha atención, con lo que se le acercó el camello para explicarle que si venía la policía por allí, iban a pasar algunas cosas desagradables. No recuerdo las palabras exactas pero el argentino bien que se calló.

Por la tarde fuimos a algunos conciertos, así que llegados a este punto podemos hablar un poco de música.

Curiosamente, para mí el jueves fue un día dedicado íntegramente a los grupos nacionales. Y es que este año había más que nunca, llamadlo promoción de la música patria, llamadlo ahorrar en tiempos de crisis. Eso es algo de lo que no se ha enterado Vince Power, jefe de Maraworld y por tanto organizador del Fib. Este hombre afirma con alegría que las bandas británicas y americanas son las que mueven el cotarro (hasta aquí bien) y, atención, que bueno, sí, “tenemos una o dos bandas españolas en Benicasim, pero no interesan ni a los españoles”. Casi acierta el señor Power, en realidad había veinte y a tres de ellas las vi yo el jueves así que vamos con ello de una vez.





Arrancan los festejos


Con ilusión y energía bajamos a la zona de conciertos para descubrir con agrado que el escenario mediano había pasado a ser descubierto, lo cual aumentaba notablemente el aforo y la visibilidad. Nótese que somos incapaces de memorizar los nombres comerciales de los escenarios (salvo el Verde, ése es fácil), así que nos referiremos a ellos como “el mediano” y “el pequeño”.


Abrimos fuego con los madrileños No Reply y la verdad es que no pudimos empezar con mejor pie, aunque apenas los conocíamos. Se trata de una banda compuesta por nueve jóvenes músicos que se entregan con toda su alma a géneros como el swing, el ska, el jazz o el reggae y que montaron un fiestón importante. Elegantemente encorbatados, disfrutaron en el escenario y nos hicieron bailar a todos sin pausa durante un concierto que se hizo corto, con un líder cantante y trompetista que no daba descanso y con una sección de metales que no dejaba de bailar y gesticular teatralmente. No se esforzaron en disimular que era una ocasión para ellos de darse a conocer, ya que en repetidas ocasiones nos recordaron el nombre de la banda e incluso nos dieron la dirección de su web en inglés y en castellano. Así pues, y ya que lo merecen, nos unimos a la labor de promoción: escuchad a No Reply e id a sus conciertos, que os lo vais a pasar en grande. Tal fue el desenfreno que, aunque acabábamos de bajar, tuvimos que volver a subir a cambiarnos de camiseta, empapados en sudor como estábamos.

A los hippies también les gusta el ska


A las once de la noche se servía el plato fuerte de la velada, ese grupo que nadie quería perderse y que ya no existe: Oasis. Dicen que los celebérrimos hermanos cumplieron, que tocaron las canciones que todos querían oír (ésas que escribieron hace quince años), que no molestaron mucho con los temas recientes, que estaba tan petado que la gente trepó a la torre de sonido con entusiasmo suicida, que Liam llevaba una parka empapada en sudor con la que debió perder diez kilos, que el mismo Liam se largó a mitad de Wonderwall, y que Liam (¿quién si no?) declaró al día siguiente que el concierto había sido “una pérdida de tiempo” porque se oía como el culo. El lector atento habrá notado que yo no estuve allí. Y no porque tenga nada en contra de Oasis (como ya he dicho, me gustan las que nos gustan a todos) sino porque su actuación coincidía con la de un grupo del que tengo más discos y me prometía un mejor espectáculo: Fangoria. Huelga decir que esta elección contracorriente no fue secundada por ninguno de mis diez compañeros y fui solo.

Liam en su postura habitual de arrestado


No me arrepiento de mi decisión, y es que tenía buenos argumentos para proceder así, ya que en el 2007, el dúo ofreció un conciertaco en el escenario Verde a las tres de la mañana que fue de lo mejorcito que haya firmado un grupo español en el Fib. Yo estaba allí y sé lo que digo. No obstante, en un gesto ruin, la organización los había condenado este año al escenario mediano a la misma hora que las estrellas de la noche. Total, que salió Fangoria a un escenario en el que se habían montado unas construcciones de ladrillos plateados para actuar ante un pequeño pero entusiasta público al que se agradeció la presencia, teniendo en cuenta que coincidía con “las Gallagher, a las que iremos a ver corriendo en cuanto acabemos de tocar”. Como de costumbre, Nacho Canut permaneció hierático en lo alto de su atalaya y Alaska demostró que le sobra presencia escénica pese a no saber cantar ni bailar. Para darle un poco de movimiento a la cosa había dos bailarines con coreografías muy trabajadas que a mí me parecieron buenísimos. Cuando en mitad del fragor danzarín los dos tíos se comieron la boca hubo un estallido de júbilo en la audiencia. Tampoco fue pequeño el entusiasmo cuando un cañón de confeti empezó a funcionar a toda potencia mientras coreábamos lo de “¡confeti, traca y megatrón!”. Megatrón no hubo.

No hubo respuesta a las peticiones de que se sacara la mamella


En cuanto al repertorio, comenzó con temas de su último disco y fue acabando con esos temazos que todos esperábamos y que no decepcionaron a nadie: Miro la vida pasar, No sé qué me das, Retorciendo palabras… por cierto que durante esta última, Alaska demostró haber trabajado el numerito de atarse con los bailarines, porque meses atrás lo hizo en el Palacio de los Deportes y se comió el escenario, pero no en el buen sentido. Para finalizar, Olvido Gara nos comunicó que, a pesar de que no les gusta vivir en el pasado (lo que les honra, porque tienen un bagaje de clásicos que ya lo quisieran muchos), habían cedido a la petición de los hermanos Morán de interpretar una canción antigua, para a continuación lanzarse con Ni tú ni nadie, haciendo que mil campanas sonaran en nuestros corazones. Desgraciadamente, el punto final lo pusieron ese chiste sin gracia que son las Nancys Rubias, cuya mayor contribución a la historia del rock hasta el momento es que una se tiró por el Viaducto. Mario Vaquerizo cantó algo que entendí y se fue, demostrando que a falta de talento, se mueve con tremenda elegancia calzando tacones de aguja.

Y ya para cerrar la noche (y esta crónica, que se está alargando más de la cuenta), fuimos al Verde a ver a los bilbaínos We Are Standard, que antes se llamaban Standard a secas, pero que se cambiaron el nombre porque era una tortura encontrarlos en internet. Según Wikipedia, estos tíos hacen “punk-funk / dance-rock”, vamos, que sólo les falta un toque country. Yo sólo sé que tienen dos baterías, que meten mucha caña y que te hacen bailar. Son un grupo más que adecuado para una madrugada festivalera y congregaron a mucho público. También tiraron confeti, por cierto, unos pequeños cohetes con los colores de la ikurriña. La verdad es que es un recurso manido pero eficaz (lo del confeti digo, no el nacionalismo). En fin, que ahí estuvimos dándolo todo, aunque me quedó claro que su segundo disco carece de jitazos como On the floor o Txusma Remix, que fueron los puntos fuertes. Sí, “jitazos” se escribe así, qué pasa. Ah, a pesar de que cantan en inglés se permitieron un toque hispano con su particular versión del Ritmo de la noche.

Ritmooooooo, ritmo de la nocheeeeeeeee



Y poco más, bailamos un poco en la carpa pop y nos retiramos satisfechos con la primera jornada, conscientes de que sólo había sido el aperitivo…





Fotos de artistas: Archivo FIB / François Ollivier, Óscar L. Tejada

Fotos de gente: Robadas del Facebook sin pedir permiso.