
Y aquí hacemos un paréntesis. Sí, sé que veintitantos euros no es, en realidad, un precio muy alto para un disco, tal y como andan las cosas hoy en día, y menos aún para un doble vinilo, pero todo aficionado a la música, y a cualquier otra cosa, debe ponerse un límite. Al menos, yo debo ponérmelo. No me colguéis la etiqueta de tacaño todavía, tened en cuenta que uno no tiene una gran fuente de ingresos y que, aunque la música sea mi vicio número uno, no es mi primera necesidad. Si no me pusiera un límite, saldría ahora mismo a comprarme todos los vinilos de los Beatles, (a veintimuchos euros el vinilo, ya les vale), todos los discos que acaban de salir y de los que he oído hablar bien, (si esperas un poco siempre bajan de precio), y todas las cajas chiripitifláuticas con hasta-el-último-pedo de Hendrix, Dylan o The Band. Por no hablar de los vinilos de rap, (que con eso de que son siempre dobles te los cobran a un riñón). Así que yo me he puesto mi límite, (el propio Khurcius lo llama "barrera psicológica"), en un poco menos de veinte euros. Es decir, mucho me tiene que gustar, o mucho tengo que necesitar un disco de ésos de 18,95€ para que me lo lleve a casa puesto sin pensármelo dos veces. No quiero entrar en el cuál es el valor real de un disco, mi postura no es una crítica contra el precio de la música, y no pretendo decir nada sobre la eterna crisis de las discográficas, ni sobre lo que se debe llevar cada intermediario de la cadena; es sólo eso, una cuestión psicológica. Pero al final me he conseguido hacer con una discoteca pasable habiendo comprado poquísimos discos que sobrepasaran "mi límite". Es cierto que no soy un coleccionista, no soy ningún DJ Shadow, ningún "digger" que persiga las ediciones originales como loco, no tengo "incunables" ni rarezas, pero tengo mucha música y disfruto de ella, que es de lo que se trata.
La primera vez que escuché mi nuevo vinilo fue planchando. Planchar puede ser la actividad doméstica más aburrida, o no, porque presenta la cualidad de combinarse muy bien con la música. Limpiando el polvo, pasando la aspiradora o fregando los platos es más difícil escuchar música, pero con la plancha sabes que vas a estar quieto, ahí de pie, durante un buen rato, así que más te vale hacerte con una buena compañía.
¡Qué sensación cuando empezó a sonar el charles que abre el "Theme from Shaft"! Nadie puede negar a estas alturas que esta canción merece estar entre las grandes de la historia de la música popular. Da igual que no hayas visto la película, escuchando el comienzo de la canción no puedes evitar visualizar las frías calles de Harlem al amanecer preparándose para las adversidades de un nuevo día lleno de traficantes, putas y mafiosos. Pensándolo bien, debería ordenarse por decreto que todas las personas se despertaran con el "Theme from Shaft"; el mundo sería más feliz.
Shaft resultó ser una buena banda sonora para planchar, relajada, suave, con muchas canciones lentas, pero repleta de ese alma, de ese groove único que hace que no puedas evitar mover la cabeza mientras lo escuchas. Los problemas vienen al final, con "Do your thing", esa enorme maravilla de veinte minutos. Ahí es cuando casi se me quema la ropa, porque "Do your thing" engaña, empieza como una (muy buena) canción de funk corriente pero a los cinco minutos, sin saber cómo, el batería ha doblado el ritmo y tú estás dando saltos por tu habitación. Las guitarras se vuelven locas y el batería vuelve a doblar el ritmo unos minutos después, por lo que el vecino de arriba ya está aporreando tu puerta para pedirte que dejes de dar golpes con la cabeza en el techo y tú te limitas a seguir saltando y gritando "do your thing!!!, do your thing!!!", hasta que hueles a quemado y corres a levantar la plancha de la blusa favorita de tu madre. ¿Quién dijo que planchar era aburrido?