Domino (2007)
Ocurre una cosa curiosa con los Monos Árticos. Después del primer disco y su descomunal éxito, se convirtieron en un fenómeno de tal magnitud que llegado este segundo trabajo ya han conseguido lo que pocos artistas logran: que la gente los ame o los odie sin prestar excesiva atención a la música. Razones para adorarlos en su momento no faltaban, porque aquel disco era excitante, divertido y plagado de hits energéticos uno detrás de otro. Fue por eso que cierta prensa musical británica les colocó en un pedestal y se les rodeó de un aura absurda de salvadores del rock. Lo cierto es que el célebre semanario NME proclama un nuevo mesías cada mes, así que para una vez que resulta que eran buenos, se emocionaron. En consecuencia, la muchachada indie de aquí, siempre atentos a lo que se mueve en las Islas, los adoptaron como el nuevo grupo de referencia. Sus canciones sonaban en todas partes y las entradas para sus directos volaban (en el FIB ninguno pudimos disfrutar del concierto porque había doce personas por metro cuadrado).
Pero no conviene olvidar que si la parroquia indie es numerosa, sus detractores también lo son, y a eso hay que sumarle brillantes aportaciones de medios de comunicación generalistas que los comparaban con los Beatles porque habían vendido más copias en menos tiempo, o que los presentaban como representantes de la “generación MySpace” (que debe de ser la peor generación de la historia, aunque sólo sea por lo feo e incómodo que es el MySpace). Total, que fueron muchos los que dieron una escucha rápida deseando que no les gustara para poder criticarles a gusto, a ellos y a sus fans.
Ha tenido que llegar este segundo disco para confirmar lo que era evidente con sólo fijarse un poco: que los Arctic Monkeys pasan muchísimo de lo que digan de ellos y hacen básicamente lo que les sale de los cojones. Un comentario que he escuchado mucho respecto a Favourite worst nightmare es que es lo mismo de la otra vez, que me hace mucha gracia, yo no sé si la gente esperaba que pillaran un arpa y grabaran música de cámara o qué. Lo cierto es que sí se aprecian diferencias muy evidentes. Para empezar, no entra tan fácil como su predecesor, principalmente porque no hay singles potenciales, es un disco bastante uniforme en el que es difícil destacar un par de temas por encima del resto. Además las letras de Alex Turner se han vuelto más crípticas y oscuras, nada que ver con las detalladas observaciones de antaño, si bien conserva intacto su ingenio y su capacidad para describir sentimientos y situaciones en un solo verso.
En general todo el álbum es un tanto tenebroso, aspecto que se confirma por las inquietantes fotos del libreto y los videoclips de Brianstorm o la fantástica Fluorescent Adolescent. Precisamente en ésta última se aprecia una novedosa pulcritud con las armonías finales, al igual que el tema que cierra el disco, demostrando que no sólo se trata de hacer ruido porque sí. La energía juvenil, las guitarras que no dan respiro, los potentes bajos palpitantes, la batería acelerada…todo sigue ahí, pero esta vez no están encaminados al estribillo memorable sino a definir su sonido y explorar sus límites. Lo cual no quita para que en muchos momentos sigan siendo el grupo perfecto para escuchar en una noche de invierno mientras te preparas para salir.
Ocurre una cosa curiosa con los Monos Árticos. Después del primer disco y su descomunal éxito, se convirtieron en un fenómeno de tal magnitud que llegado este segundo trabajo ya han conseguido lo que pocos artistas logran: que la gente los ame o los odie sin prestar excesiva atención a la música. Razones para adorarlos en su momento no faltaban, porque aquel disco era excitante, divertido y plagado de hits energéticos uno detrás de otro. Fue por eso que cierta prensa musical británica les colocó en un pedestal y se les rodeó de un aura absurda de salvadores del rock. Lo cierto es que el célebre semanario NME proclama un nuevo mesías cada mes, así que para una vez que resulta que eran buenos, se emocionaron. En consecuencia, la muchachada indie de aquí, siempre atentos a lo que se mueve en las Islas, los adoptaron como el nuevo grupo de referencia. Sus canciones sonaban en todas partes y las entradas para sus directos volaban (en el FIB ninguno pudimos disfrutar del concierto porque había doce personas por metro cuadrado).
Pero no conviene olvidar que si la parroquia indie es numerosa, sus detractores también lo son, y a eso hay que sumarle brillantes aportaciones de medios de comunicación generalistas que los comparaban con los Beatles porque habían vendido más copias en menos tiempo, o que los presentaban como representantes de la “generación MySpace” (que debe de ser la peor generación de la historia, aunque sólo sea por lo feo e incómodo que es el MySpace). Total, que fueron muchos los que dieron una escucha rápida deseando que no les gustara para poder criticarles a gusto, a ellos y a sus fans.
Ha tenido que llegar este segundo disco para confirmar lo que era evidente con sólo fijarse un poco: que los Arctic Monkeys pasan muchísimo de lo que digan de ellos y hacen básicamente lo que les sale de los cojones. Un comentario que he escuchado mucho respecto a Favourite worst nightmare es que es lo mismo de la otra vez, que me hace mucha gracia, yo no sé si la gente esperaba que pillaran un arpa y grabaran música de cámara o qué. Lo cierto es que sí se aprecian diferencias muy evidentes. Para empezar, no entra tan fácil como su predecesor, principalmente porque no hay singles potenciales, es un disco bastante uniforme en el que es difícil destacar un par de temas por encima del resto. Además las letras de Alex Turner se han vuelto más crípticas y oscuras, nada que ver con las detalladas observaciones de antaño, si bien conserva intacto su ingenio y su capacidad para describir sentimientos y situaciones en un solo verso.
En general todo el álbum es un tanto tenebroso, aspecto que se confirma por las inquietantes fotos del libreto y los videoclips de Brianstorm o la fantástica Fluorescent Adolescent. Precisamente en ésta última se aprecia una novedosa pulcritud con las armonías finales, al igual que el tema que cierra el disco, demostrando que no sólo se trata de hacer ruido porque sí. La energía juvenil, las guitarras que no dan respiro, los potentes bajos palpitantes, la batería acelerada…todo sigue ahí, pero esta vez no están encaminados al estribillo memorable sino a definir su sonido y explorar sus límites. Lo cual no quita para que en muchos momentos sigan siendo el grupo perfecto para escuchar en una noche de invierno mientras te preparas para salir.
La peor pesadilla favorita de los Monkeys descansa sobre mi almohada
Es interesante que este haya sido el camino elegido por el grupo para el siempre difícil segundo álbum, una opción más arriesgada y desde luego menos propicia a elogios de crítica y público. No debería sorprendernos, ya que han dejado claro que no son el grupo de moda que muchos han querido ver. De hecho, estaba todo dicho con la declaración de intenciones del incómodo y larguísimo título de su debut, Whatever people say I am, that’s what I’m not. No hay más que ver su absoluta falta de pose, su desinterés por los medios de comunicación, su manera de vestir como si fueran a comprar el pan e incluso su frialdad sobre el escenario.
Sin ánimo de comparar su calidad o su música, este disco parece apuntar que pueden ir más en la línea de bandas como Radiohead, Muse o los White Stripes, que han ido construyendo su identidad sin prisas ni ansias de reconocimiento inmediato, para conseguir una trayectoria larga y respetada. Todo lo contrario de artistas teóricamente más próximos a ellos, cuyo interés por repetir la fórmula del éxito inicial les agotó demasiado pronto y les ha dejado a las puertas de un futuro incierto. Pienso en Franz Ferdinand o en los Strokes, que podrían continuar sus preciosos inicios de una manera tan trágica como la de Oasis. En cualquier caso eso son elucubraciones que sólo el tiempo se encargará de resolver. La realidad presente es que Favourite worst nightmare no es un trabajo deslumbrante, pero es sólido y disfrutable mucho más allá de las primeras escuchas, siempre que uno deje los prejuicios a un lado.
Nota: 7'5
3 comentarios:
Si algún día te dedicas a la canción ponte de nombre Riggy Stardust, y hasta las fans te pedirán que les hagas hijos por el myspace.
Joder no podria estar mas de acuerdo en todo... La NME y la prensa en general han hecho mucho daño, sobre todo porque a la gente le encanta opinar basandose en los comentarios sueltos que escuchan de la masa en vez de pararse a escuchar para ver que es lo que opinan ellos individualmente, no vaya a ser que de pensar se les estropee el peinado. Pero ahí esta el segundo disco y quien no quiera ver es proque no quiere. El primero tenia un par de canciones que no me llaman mucho la atención, pero en FWN son todo temazos. Es que estoy de acuerdisimo en todo lo que decis, nunca podría haberlo dicho mejor. Es si, a FWN le pondría más nota :$
Por otro lado es reconfortante saber que no fui la unica que sufrio en el concierto del fib xD
Felicidades por el blog, estaré atenta.
Me estreno en este blog generando polemica, afirmando lo siguiente:
El segundo disco de los Monos Articos esta a un nivel similar que los mencionados "segundos" de Los Francisco Fernando y Los Golpes. He aqui el argumento que genera la crispacion: Todo lo que has dicho es cierto pero las cosas dichas tienen su doble implicacion.
La "mayor madurez" en las letras de Mr. Turner, tambien puede ser "menor frescura" o "menor ingenio"
El "atrevimiento" y la "propuesta rompedora" y la "rebelion ante la critica musical preestablecida" = "falta de inspiracion" (ante lo cual he de decir que el sonido del disco es el mismo que del anterior, la unica diferencia es que han tirado mas por los temas cañeros pues esos son los que mejor les han funcionado en el primer LP y que no han utilizado ningun estribillo pegadizo u compuesto alguna cancion reseñable..quizas y perdonen la blasfemia...por que no han sabido crearl@s/componerl@s...ah,no se me olvidaba que Alex Turner es Dios...).
Afrontemoslo y dejemonos de extremismos, el disco flojea frente a su predecesor, no han inventado la rueda con el ni mucho menos y desde luego no rompe en ningun momento con los esquemas que crearon con su LP primogenito..., pero eso si, es muy divertido de escuchar, mola, y como bien dices anima un huevo darle una escucha antes de salir de copas.
Es el Room on Fire del 2007... y no hay nada de malo en ello.
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