Todas las localidades eran sentadas, y yo recordaba que en el concierto acústico de Bruce Springsteen habían puesto en la pista unas gradas desplegables con asientos de tal manera que cada fila estaba un poco más alta que de delante. Bueno, pues no. Supongo que para darle un aire de mitin clandestino comunista, teníamos unas sillitas plegables de madera sin reposabrazos y atadas entre sí, todas a la misma altura. Yo porque soy alto, pero a partir de la fila 15 a la gente se le planteaban problemas de visibilidad, sobre todo teniendo en cuenta que las pantallas gigantes del Palacio estaban bien apagadas, supongo que para ahorrar energía, que está la cosa fatal con lo del cambio climático. Así pues, me senté con considerable cabreo, pero en ese momento Silvio empezó a tocar Quién fuera, y dos minutos después ya se me había olvidado todo. Es lo bonito de los conciertos.
A lo largo de las dos horas y pico que duró la actuación, alternó canciones en las que tocaba solo con la guitarra y otras con una banda de cinco músicos (guitarra, bajo, percusiones, alguna clase de instrumento étnico de cuerda y una tal Niurka que tocaba la flauta y el clarinete que daba gloria). Además es una suerte que, aunque ya pase de los sesenta, Silvio no ha perdido ese particular timbre de voz que hace que nadie más que él pueda cantar sus canciones. La verdad es que el sonido era buenísimo, alabanzas y gratitud eterna al que diseñó el nuevo Palacio tras el incendio.
A mitad de concierto Silvio se fue para que saliera un muchacho desconocido a cantar un par de canciones. Por lo que dijo parecía que le tenía medio apadrinado artísticamente y supongo que pretendía hacerle un favor, pero más bien fue lo contrario. El chaval se marcó sus dos temas y desapareció rápidamente cuando la gente aún estaba confusa. Se le aplaudió, eso sí, no como cuando Sabina interrumpió su concierto en Las Ventas hace unos años para que saliera Adriana Varela a cantar tangos, que casi la echan a ostias.
Tenía yo curiosidad por ver los tintes políticos del evento, siendo Silvio el único de la Nueva Trova que sigue apoyando al régimen castrista con devoción. La cosa no fue más allá de unas palabras sobre el 40º aniversario de la muerte del Ché y la lectura de un (afortunadamente breve) manifiesto sobre Los Cinco (no afiliados a Los Cinco de Enid Blyton). Se oían algunos “Viva Cuba” esporádicos y había unas cuantas banderas pero nada de vivas a Fidel ni a la Revolución. Como mucho, algún motivao intentando arrancarse con el “Cuba va, Cuba vencerá” sin mucho seguimiento. Eso sí, la gente no paraba de pedir canciones, destacando una mujer con marcado acento gallego que le gritó con sorprendente potencia que cuándo iban a poder verle en Vigo. La verdad es que lo de los vítores ya se lo estaba tomando la gente un poco de coña y cuando Silvio dijo que la siguiente canción estaba escrita a la manera de las melodías de los trabajadores del campo, se oyó un “¡Viva el campo!” muy celebrado.
Silvio se portó bien con la gente, y para nuestro regocijo fueron sonando Óleo de una mujer con sombrero (en una versión especialmente alegre), La maza, Ángel para un final, Canto arena, Canción del elegido, La era está pariendo un corazón... La verdad es que el público estaba entregadísimo, a menudo se aplaudía varias veces a lo largo de un tema, al terminar cada estrofa. Durante Cita con ángeles se ovacionaron especialmente las menciones a Lorca y a Allende, aunque creo que cuando cantó lo de “Cuánta utopía será rota / y cuánto de imaginación / cuando a las puertas del Dakota / las balas derriben a John” sólo aplaudí yo. También se marcó una versión de una canción de Noel Nicola llamada “Te perdono” que yo no conocía y me pareció una maravilla.
Aunque el concierto estaba siendo notable, el momento mágico llegó en los bises, cuando, al oírse los primeros compases de Ojalá, todo el mundo se puso de pie al unísono y se encendieron las luces del pabellón, que por cierto estaba casi lleno. A partir de ahí, una sucesión de grandes clásicos: Te doy una canción, Pequeña serenata diurna, La gota de rocío, Unicornio… que fueron coreados con pasión por todo el auditorio plenamente iluminado. Para despedirse, nos cantó la canción con la que le dormía su abuela cuando era un niño y nos fuimos todos sonrientes y con ganas de ser poetas, que es lo que te pasa cuando escuchas durante un rato las canciones de Silvio Rodríguez.
3 comentarios:
Hace poco fui a ver 'The Civilians', una comedia neurótica que parte de los objetos que perdemos a lo largo de nuestra vida. Fue pensar en mi unicornio azul y la obra perdió toda su gracia. Os leo con indisciplina y buen humor.
unicornio me lo cantaba mi madre cuando era pequeña... q buenos recuerdos.
PD: la mujer con acento de vigo no era yo
Muy interesante tu crónica, me alegro de que a pesar de las adversidades iniciales disfrutaras tanto del concierto... cualquier año de estos seré rica y no te dejaré ir solo la próxima vez!
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