La superficie de la Luna puede llegar a ponerse muy inhabitable cuando pega la solana en verano, por eso, para un habitante de la Luna, como yo, hay pocas cosas tan refrescantes como bajarse a Madrid una noche de julio. El problema es que corro el riesgo de que mis amigos estén desperdigados por el mundo, como me ocurrió ayer con Riggy, ilocalizable. Menos mal que Susu respondió a mi llamada, y de qué manera, con un plan irresistible: noche de jazz al fresco de la Ciudad Universitaria.
En principio, los músicos del cuarteto no me sonaban mucho, pero las alabanzas de Susu me convencieron, y acabé convirtiéndome en un admirador más. De hecho, tras una gran noche de música en directo, si tuviera que describiros a los artistas podría deciros de Horacio Icasto (piano) que la cantante no mentía al calificarlo reiteradamente como "maestro", muchos años de experiencia reflejados en un sonido original e impecable; del cubano Yelsy Heredia (contrabajo) que parece ser la perfecta mezcla de tradición caribeña y modernidad, de mirada al pasado y ganas de avanzar; del estadounidense Noah Shaye (batería) que es un portento del ritmo y de saber ser el imprescindible hombre en la sombra que, sin exageraciones y sin afán de protagonismo, demuestra ser uno de los grandes; y de Irene Shams, la verdadera protagonista, la estrella de la noche... lo único que podría deciros es que fuerais a verla cantar en directo; la sonrisa y el estado de ánimo que tendréis después es la mejor descripción.
Y es que Irene Shams no sólo tiene una voz preciosa, un amplio registro y todo el domino de su instrumento que una cantante de jazz necesita, sino que también sabe hacer lo más difícil de todo: ganarse al público. Incluso en un escenario tan grande como el del Complujazz, ella sabe llenarlo con su mirada, su movimiento, su energía, su baile y, sobre todo, con lo bien que se lo pasa cantando y haciéndonoslo pasar bien a los que la escuchamos con la boca abierta.
Pero toda esa energía necesita un trasfondo musical atractivo y, creedme, el de ayer fue uno de los mejores que podría haber imaginado. Empezaron con jazz del más clásico, en el que destacó la capacidad de improvisación de la cantante y su soltura en el scat, que recuerda al de los grandes del género. Además hay que señalar lo bien que se desenvolvió en el blues, en el que es tan fácil caer en los tópicos. Después vinieron las sorpresas. Primero una melodía para violín de J. S. Bach cantada ¡¡a capela!! que desembocaba en un mar de jazz y a continuación la interpretación, sugerente y emocionante, de un romance andalusí. Yo estaba encantado, me parecía una fantástica dosis de fusión, pero lo que no sabía es que quedaba más. Inmediatamente después empezó la tanda brasileña, incluida una de las versiones más divertidas que he escuchado nunca de Agua de beber. Y el concierto acabó con reminiscencias africanas, dejándonos a todos con la sensación de que podríamos seguir escuchando a Irene Shams y su cuarteto durante otras cuantas horas.
En principio, los músicos del cuarteto no me sonaban mucho, pero las alabanzas de Susu me convencieron, y acabé convirtiéndome en un admirador más. De hecho, tras una gran noche de música en directo, si tuviera que describiros a los artistas podría deciros de Horacio Icasto (piano) que la cantante no mentía al calificarlo reiteradamente como "maestro", muchos años de experiencia reflejados en un sonido original e impecable; del cubano Yelsy Heredia (contrabajo) que parece ser la perfecta mezcla de tradición caribeña y modernidad, de mirada al pasado y ganas de avanzar; del estadounidense Noah Shaye (batería) que es un portento del ritmo y de saber ser el imprescindible hombre en la sombra que, sin exageraciones y sin afán de protagonismo, demuestra ser uno de los grandes; y de Irene Shams, la verdadera protagonista, la estrella de la noche... lo único que podría deciros es que fuerais a verla cantar en directo; la sonrisa y el estado de ánimo que tendréis después es la mejor descripción.
Y es que Irene Shams no sólo tiene una voz preciosa, un amplio registro y todo el domino de su instrumento que una cantante de jazz necesita, sino que también sabe hacer lo más difícil de todo: ganarse al público. Incluso en un escenario tan grande como el del Complujazz, ella sabe llenarlo con su mirada, su movimiento, su energía, su baile y, sobre todo, con lo bien que se lo pasa cantando y haciéndonoslo pasar bien a los que la escuchamos con la boca abierta.
Pero toda esa energía necesita un trasfondo musical atractivo y, creedme, el de ayer fue uno de los mejores que podría haber imaginado. Empezaron con jazz del más clásico, en el que destacó la capacidad de improvisación de la cantante y su soltura en el scat, que recuerda al de los grandes del género. Además hay que señalar lo bien que se desenvolvió en el blues, en el que es tan fácil caer en los tópicos. Después vinieron las sorpresas. Primero una melodía para violín de J. S. Bach cantada ¡¡a capela!! que desembocaba en un mar de jazz y a continuación la interpretación, sugerente y emocionante, de un romance andalusí. Yo estaba encantado, me parecía una fantástica dosis de fusión, pero lo que no sabía es que quedaba más. Inmediatamente después empezó la tanda brasileña, incluida una de las versiones más divertidas que he escuchado nunca de Agua de beber. Y el concierto acabó con reminiscencias africanas, dejándonos a todos con la sensación de que podríamos seguir escuchando a Irene Shams y su cuarteto durante otras cuantas horas.
A modo de resumen: una gran noche de jazz, una inolvidable noche de buen jazz, del que nació de la mezcla y no se avergüenza de ello intentando permanecer "puro", sino que sigue adelante mezclándose, como sólo él puede, con cualquier influencia cultural que se le ponga por delante.
Tras este fantástico cuarteto intervenían Tandem, estoy convencido de que fue también un gran concierto, pero Susu y yo decidimos volvernos a casa con el regusto que nos había dejado la música de Irene Shams y su gente, con esa sonrisa, con ese optimismo, esa mirada alrededor que no quiere cansarse de mirar que sólo la buena música en directo, si es sincera y bien interpretada, te puede dejar.
Tras este fantástico cuarteto intervenían Tandem, estoy convencido de que fue también un gran concierto, pero Susu y yo decidimos volvernos a casa con el regusto que nos había dejado la música de Irene Shams y su gente, con esa sonrisa, con ese optimismo, esa mirada alrededor que no quiere cansarse de mirar que sólo la buena música en directo, si es sincera y bien interpretada, te puede dejar.
1 comentario:
Gran concierto pero ¡teníais que haberla visto en el Berlín!
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